1971 – La Indy en Rafaela: EL DÍA QUE EL TEMPLO TEMBLÓ

Se concretaron las 300 Millas de Rafaela de Indy. La única que vez que la categoría corrió en nuestro país. La victoria fue para Al Unser. Corrió Carlos Pairetti, que resultó noveno.

A comienzos de la década del setenta nuestro país vivió una auténtica fiebre de automovilismo mundial. Varias fechas internacionales adornaron esos veranos. En enero de 1971, días después de los 1.000 Kilómetros de Buenos Aires, válido por el Mundial de Sport Prototipos, se corrió el GP de Fórmula 1 sin puntos (debutó Lole Reutemann, que fue tercero). Pero la frutilla del postre fue en febrero, con la visita de los “monstruos”. Se trató de las 300 Millas de Rafaela de la Indy USAC (United States Auto Club), la actual IndyCar.

Ése evento, que hoy en día llena de orgullo a todos los rafaelinos, tuvo una historia previa. La patriada comenzó a gestarse a mediados de 1970 con el viaje del Dr. Virgilio Márquez, ex integrante de la Comisión Directiva de Atlético Rafaela, para presenciar las 500 Millas de Indianápolis de aquél año. Allí hizo las gestiones pertinentes con las autoridades de USAC. A su vuelta les informó a su pares y consiguieron la visita e inspección de Henry Banks, Director de Competición, Relaciones Públicas y Seguridad en Autódromos de USAC.

AL UNSER EL IMBATIBLE

Así se llegó a un acuerdo y se pagó la carrera, que costó 90.000 dólares. Este monto, más el gasto por el traslado de la delegación compuesta por 137 personas, fue depositado en enero de 1971 en el Banco Nacional de Indianápolis. El Templo de la Velocidad, como se lo conoce al óvalo de Rafaela, fue acondicionado para la ocasión. Se realizaron las obras solicitadas, entre las cuales estuvo la repavimentación total del óvalo y se cambiaron todos los guard-rails. También se colocaron varias tribunas tubulares.

Pero, en principio, el mayor problema fue que la carrera iba a ser sin puntos. Por eso las principales figuras habían optado por correr una fecha de la NASCAR en Ontario. Fue así que la USAC decidió abrir su campeonato de forma oficial y otorgar puntaje en Rafaela, para contar con los mejores pilotos.

La prueba tenía un valor agregado especial: el óvalo rafaelino es más extenso que el propio de Indianápolis. El dibujo yanqui tiene 4.023 metros de longitud; mientras que el trazado santafesino cuenta con 4.624,46 metros. Aquellas máquinas de la Indy tenían una potencia de 700 caballos y en Refaela llegaban a una velocidad final de ¡320 km/h! Una marca récord para ése escenario.

LA PRIMERA FILA LLOYD RUBY Y SAVAGE EN PLENA LUCHA

El lunes 22 de febrero el sueño se hizo realidad y empezó la actividad con los entrenamientos. El viernes 26 fue la clasificación donde Lloyd Ruby (Laycock Turbo Ford) marcó la pole, con un tiempo de 59 segundos 74 centésimas, a un promedio de 278,675 km/h. El domingo 28, con 30 grados de calor y amenaza de lluvia, se corrieron dos mangas a 53 vueltas, que cubrieron las 300 Millas. En ambas el emblemático Al Unser (Colt FordTurbo) estrenó su título con todo quedándose con sendas victorias.

Más allá del dominio de Al Unser, la imagen de los pelotones formados e hileras de hasta tres autos doblando juntos en los curvones peraltados, fueron la atracción de esa carreras. Lucha a fondo en cada posición incluyeron adrenalina y velocidad en estado puro.

En estos días de trueno también corrió un argentino: Carlos Alberto Pairetti. Il Matto, con un Volstedt Ford Turbo del equipo de Dick Simon, fue 12° en la primera manga y noveno en la segunda, mismo lugar que ocupó en la sumatoria de vueltas generales. “El sueño de mi vida era correr en Indy 500. Sin dudas, haber estado en ésa carrera en Rafaela fue un aliciente importante”, admitió el arrecifeño más tarde.

320 Km/h, la velocidad final que alcanzaron los autos yanquis en Rafaela.

El tiempo permite entender mejor las cosas. Por eso aquella jornada cobró dimensión ya que ocurrió un evento inédito y espectacular: fue la primera y única vez que la Indy salió de los Estados Unidos para correr en un óvalo. Luego, por otro lado, estuvieron las carreras del CART en el trapecio de Jacarepaguá, en Río de Janeiro (Brasil), o en los flamantes trazados de Motegi (Japón) y el EuroSpeedway de Lausitz (Alemania).

Envidia para aquellas 38.000 personas que estuvieron presentes ése día. Aplausos y reconocimiento para los 28 pilotos que se animaron al desafío. No hubo otra oportunidad de tener a la Indy en nuestro país. Pero si alguna vez existiera la chance de su vuelta -sin que suene a un capricho nostálgico- está claro cuál es su lugar natural: Rafaela, el Templo de la Velocidad. (Fuente Revista Corsa)

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